Diego y su ausencia, el anclaje de la ilusión de una Argentina que no despierta entusiasmo
Empieza la Copa América y la esperanza albiceleste es la mística de un Diego que no camina entre nosotros, el genio de Messi y poco más para una Selección que hoy es de tercer orden mundial, aunque cueste admitirlo. ¿Hay con qué exigir campeonar o le estamos pidiendo a estos jugadores por la Gloria y la historia de otro tiempo?
Suena “Adiós Nonino”, del genial Astor Piazzolla. Una pelota loca que no quiere entrar en arco propio y termina amagando y burlando a la Selección de Brasil, se convertirá en un pase a un 9 sin rostro, que disparará al arco. Pegará en un palo, recorrerá la línea y mientras se sostiene la respiración en cientos de hogares, y en el clímax de la canción, ingresará al arco. Desatando el grito de un país. Mujeres, viejos, bares, casas y vidrieras se unirán en un grito de gol, el gol de un título postergado. Así es la nueva publicidad de la cerveza que históricamente acompaña a la Selección. Messi no aparece. Ningún jugador de esta Selección lo hace. El sobreimpreso es claro: "Es la primera copa con Dios en el cielo” y “Si hizo lo que hizo en una cancha. Imaginate desde el cielo".
Efectista. Emotiva. Lacrímogena. Así es la nueva publicidad que toca fibras íntimas apelando a la ausencia del que ya no está, porque la Selección no le da de donde tirar. Apenas queda Lionel Messi y su eterna ilusión de ganar algo con la Selección, para sí mismo y para los críticos, los que lo siguen comparando con el incomparable. Porque toda comparación entre Maradona y Messi es justa, hasta que a ambos se les pone la camiseta albiceleste. Ahí no hay tutía. Quizás si hubiese entrado aquella pelota contra los alemanes en el Maracaná, casi siete años atrás hubiese sido otro en cantar. Pero no entró. Y claro, no hubo pelota mágica que pudiera tomar una comba y vencer a Neuer.
Hoy es una Selección que después de Messi y su aura, no tiene anclaje. No ilusiona más allá de lo lógico y de lo que intentamos ilusionarnos de más por el solo hecho de ser nuestro país el que representan. Sigue el pleno recambio y a los Romero, Paredes, Lautaro Martínez les falta todavía para convertirse en bandera. A la brecha generacional que hay con Messi, que ya es de los “viejitos” se le suma que todavía no han hecho nada grande con la Selección. Ni siquiera, llegar a la final de una Copa América. Y cuando parece que esa llama va a encenderse, como en ese primer tiempo con Colombia, un error insólito de Otamendi y un horror de Foyth-Marchesin, tiran todo atrás. El combo se completa con un DT inexperto, al que da la sensación que la Selección Argentina le va dos o tres talles grandes, un técnico al que da la sensación que entregarle los últimos años de Messi con la camiseta blanca y celeste a bastones se parece bastante más a un desperdicio que a una apuesta. Ojalá, claro, nos equivoquemos. Todo se termina de complementar con un Brasil omnipotente, que dejó atrás las dudas del período entre Sudáfrica y Rusia y volvió a convertirse en una selección de temer, con Neymar como abanderado y varios detrás y que nunca perdió una Copa América jugada en su casa: de las 9 que tiene, cinco las ganó en su feudo.
Argentina hoy es una selección de tercer orden, quizás segundo si Messi está inspirado. Por eso, a las puertas de una Copa América en Brasil, hay que tirar de la ausencia de Diego para generar algo. El contexto pandemia y esa sensación de fútbol en piloto automático también no ayuda. Baja mil revoluciones al fútbol en general, nos priva de poder juntarnos a ver los partidos y sufrir juntos y hasta nos evita una centena de energúmenos cantando en Copacabana “Brasil, decime que se siente”. Nobleza obliga. Lo extrañamos. Como extrañamos a Diego y a una Selección que nos haga ilusionar y emocionar sin apelar al golpe bajo.
Toda la mística que la Selección Argentina supo re-construir entre Brasil 2014 y la Copa America Centenario ya se fue, como el penal de Higuaín, por arriba del travesaño. No se pudo ganar un título, pero además se fue muy injusto con ese grupo de jugadores, la última camada que venía de los grandes, Barcelona, Real Madrid, los Manchester y hasta el Bayern Múnich. Hoy apenas tenemos representantes que juegan en Barcelona, Inter y podemos sumar a Atlético de Madrid, después, parece un outlet comparado con otras selecciones del mundo. Tomemos a Bélgica, que no es una potencia histórica, ni mucho menos. En su plantel tiene a Eden Hazard (Real Madrid), Kevin de Bruyne (Manchester City), Romelu Lukaku (Inter), Thibaut Courtois (Real Madrid) y algunos nombres más. Y es Bélgica, ni hablar si vamos a Alemania, Francia...Incluso, Uruguay parece tener más "cartel" que los nuestros. Acá, más de uno tuvo que googlear de dónde salió "Cuti" Romero. No se trata de desmerecer lo nuestro, sino darle un marco de ubicación a este equipo y no apurar la palabra "fracaso" si las cosas no salen. ¿Hay con qué exigir campeonar?.
Hoy empieza una nueva Copa América. Y para ilusionarnos, una vez más hay que anclar en Messi y su sueño. Messi y su fútbol. Messi y una imagen que empieza a formar parte de otro tiempo, aunque duela. Los años pasan para todos.
Es eso o que la renovación de una vez por todas adquiera formato de equipo de fútbol. Eso o la imagen/ recuerdo / añoranza de un Diego que ya no está y que se llevó con él, la última gran gran gran gesta de un Seleccionado de Fútbol argentino, también en junio, pero de 1986. Nadie ha sido capaz de emular esos días de gloria, ni la mística de Italia ‘90. El Mundial de Brasil fue un Oasis en el desierto, de una ausencia que ya se sentía aún en vida. Al menos, en la Selección Argentina. El genio de Messi y la ausencia de Diego y su misticismo, los dos pilares donde ancla la mayor esperanza Argentina en esta Copa América. Parece -y es- poquito. Pero, quién te dice…Después de todo, esto es fútbol.