El rol de las SAD en Sudamérica: entre salvatajes, inversión, monopolios y apropiación cultural
A diferencia de Europa y de buena parte del mundo, en la región se sigue discutiendo la bienvenida o no a las Sociedades Anónimas Deportivas y sus variantes cercanas. En Argentina nunca se ha dado el paso definitivo, pero hay juego detrás de los telones ¿Cuáles fueron los resultados en los países que aplicaron los modelos? Un remedio a los agujeros fiscales de los clubes, pero también con “trampas” de por medio, y casos en los que la supuesta medicina liquidó al paciente. En este informe, Doble Amarilla, junto con las voces de varios especialistas, detalla las particularidades, beneficios y contras del sistema.
“Estas discusiones son cíclicas, y normalmente se suelen imponer cuando aflora una crisis. Y, como en toda crisis, siempre hay una nueva oportunidad para los negocios”, le señaló un abogado especialista en derecho deportivo a Doble Amarilla.
Es difícil poder zambullirse en un tema tan controvertido que, apenas con mencionarlo, genera odio y aplaudidores. Es difícil, pero también es una realidad imposible de esconder. Y es que la globalización impacta con intensidad y profundidad en el mundo del fútbol. Ese mundo que hoy, para bien o para mal, discute cuál es el modelo de negocios más rentable para las instituciones deportivas. Las Sociedades Anónimas Deportivas se han sumado al menú para competirles cuantitativamente (y supuestamente cualititativamente) a las Asociaciones Civiles sin Fines de Lucro.
Las SAD, en buena parte del mundo (sobre todo en Europa), son una realidad. Ahora bien, no es lo mismo su funcionamiento en Alemania que en Italia, por ejemplo. En la tierra de la Bundesliga todavía persiste el sistema de “50+1”, es decir que el 51% de la decisión pertenece a los socios, y el 49% a los capitales privados. Fue un sistema muy elogiado por el Planeta Fútbol, pero también discutido cuando Bayern Múnich se sentía desplazado de las copas internacionales. Hoy no se debate porque el equipo bávaro está dominando la Champions League. “Discusiones cíclicas”, otra vez.
Más allá de cualquier ejemplo posible, el espectro que deambula por la cabeza de los hinchas es lo que ocurrirá con su equipo. “¿Estos tipos se van a adueñar de mi institución?”, “¿Estamos rifando al club?”, “¿Y si nos va mal económicamente, quién se hace cargo?”. Son algunos interrogantes que resuenan en Argentina, por ejemplo. Dicho sea de paso, hasta no hace mucho se estaba preparando el escenario para este modelo de gestión, que incluso contó con un proyecto que iba a ser tratado por el Poder Legislativo.
En Sudamérica también existen las Sociedades Anónimas y funcionaron gerenciamientos cuando muchos clubes entraron en concurso de acreedores o los ahoga el fantasma de la quiebra. En Argentina, ante el rechazo popular a las SAD, el maquillaje aportó la etiqueta “asesoramiento” en el área deportiva. La intención de este informe, a través de varios especialistas es poder segmentar las diversas experiencias en el continente.
En el país trasandino las SAD desembarcaron en 2005, a través de una intervención política para dar respuesta a una realidad: los clubes ya no aguantaban como asociaciones civiles. Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica, entre muchos otros, arrastraban serios problemas económicos, financieros y fiscales. Sobre todo en el último punto, dado que la deuda con el fisco y con los trabajadores era enorme. A tal punto que el sindicato de futbolistas hizo dos huelgas importantes, pidiendo una solución a la situación.
“Los clubes eran de todos, pero no eran de nadie. No fue una decisión política para apoderarse del fútbol, sino que se cambió la legislación para que se responda con el patrimonio. Alguien tenía que responder económicamente por los trabajadores”, sintetiza Danilo Díaz, presidente del Círculo de Periodistas Deportivos y conocedor en materia de derecho deportivo.
Los clubes pudieron conformar dos estilos de sociedades: abiertas y cerradas. Las primeras tienen también control de la Superintendencia, por lo cual hay cierta rigurosidad en los manejos; mientras que en las segundas se reduce a los cierres de balance. Esta ley tuvo un éxito inicial y una oportunidad para muchos inversores, que terminaron saldando las cuentas de clubes dañados económicamente.
“Funcionan bien, porque el que no paga en Chile no puede competir, y se sanciona con puntos. A fin de mes tiene que existir un documento que emiten los bancos y que debe llegar a la ANFP. Si no está, no se puede jugar. Eso sí es un gran éxito de las SAD, porque todos están al día”.
Pero... muchos clubes siguen sin ser equilibrados en materia económica. En muchos casos porque gastan más de lo que ingresan. “Lo que ocurra económicamente ya es tema del dueño. Carlos Heller en la U, por ejemplo, muchas veces hizo aportes capitales con su empresa, o bien a través de la emisión de acciones”, explica Díaz.
Es más, algunos precursores de esta ley reniegan actualmente de ella, porque no se lograron los resultados esperados. Y es que la intención era encontrar en este esquema un camino virtuoso y con clubes redituables. Sin embargo, muchos clubes hoy enfrentan problemas y no son sustentables. “Impulsamos la ley para salvar a la actividad, pero no ha resultado porque los clubes grandes deben el doble que antes, y el 85% del total están quebrados”, expresó hace años Francisco Vidal, ex ministro de la Concertación y uno de los impulsores del modelo.
¿Cuáles son los puntos grises de las SAD en Chile actualmente? Que en muchos casos los clubes no conocen a sus verdaderos dueños. “El problema de fondo es que se permitió opacidad en la propiedad, es decir que no se conocen a los dueños. Representantes de jugadores controlaron los clubes, algunos son los dueños reales, pero otros se hacen cargo por atrás”, agrega Díaz.
A esto también se le suma que, poco a poco, muchos representantes empezaron a liderar el mercado, generando así poca oferta y conduciendo los hilos de los entidades en materia de contratación. Resumiendo en pocas palabras, están generando una especie de monopolio.
“No hay economía sana porque es un monopolio a través de los representantes, que fijan los precios del mercado. Incluso también juegan con el presupuesto de los clubes para imponer condiciones. Deportivamente hay una alteración marcada que tiene que resolverse”, aporta el especialista. Sobre esto, todavía sigue “descansando” hace dos años un proyecto en la Cámara de Senadores para endurecer los controles y el dinero que se inyecta en las instituciones.
En el país “charrúa” las sociedades anónimas están permitidas desde 2001, a través de la Ley 17.292, y reglamentada en las instituciones deportivas con el Decreto 223/001, a partir del cual se permite el registro de los clubes. A su vez, la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) las reconoció en su Estatuto.
Los inversores pueden ser tanto personas físicas como jurídicas de carácter privado (grupos inversores). Normalmente lo que se hace es la creación de la SAD, para luego dar lugar a la firma del convenio con los clubes deportivos. ¿Qué quiere decir esto? Que se mantiene la estructura dirigencial con su Comisión Directiva.
A diferencia de Chile, donde incluso sostienen que este tipo de modelo generó “alejamiento del club con la masa societaria”, las instituciones en Uruguay trabajan en otras áreas deportivas y culturales con el fin de mantener parte de la esencia del club. Las SAD, en tanto, tiene una conformación de un mínimo de cinco miembros, y un máximo de 15.
¿Cómo invierten los capitales privados? Llevan adelante un convenio de cesión con los clubes por el activo futbolístico. El club lo que hace es otorgar la licencia del fútbol para su explotación comercial y de marca. Normalmente se hace mediante un contrato, en los cuales figuran los plazos y una cláusula para una eventual renovación del vínculo.
“Los equipos que estaban funcionando como Asociación Civil tienen la posibilidad de transformarse en una SAD o de otorgar la gestión deportiva por un determinado plazo, con condiciones, objetivos y posibles plazos a renovar. La otra es la convivencia de ambas como una sociedad. Son tres formatos con vigencia en Uruguay. Yo diría que el más vigente y con éxito es el segundo caso, manteniendo la estructura civil y con la explotación deportiva a través de lo privado”, le expresó a Doble Amarilla Jorge Casales, integrante del Consejo Ejecutivo de la AUF y secretario de Competiciones.
En cuanto a este punto de convenio, Marcelo Bee Sellares, experto en derecho deportivo, le agregó a este medio: “Ese convenio lo que otorga son los derechos de explotación comercial, el derecho de imagen y marketing deportivo, la transferencia de los derechos federativos y económicos de los jugadores, los derechos de televisión, entre otros puntos; depende de qué otorgue el club en el convenio. Todos los activos futbolísticos, mayormente, pasan a ser controlados por la SAD”.
El caso más trascendente hoy por hoy de este modelo de gestión es el del City Group en Montevideo City Torque, anteriormente llamado Club Atlético Torque. Fue fundado en 2007 y 10 años después fue adquirido por este poderoso conglomerado empresarial, que además tiene injerencia en Manchester City, New York City, Melbourne City, Girona FC y Yokohama Marinos, entre otros, sin mencionar los asesoramientos o convenios que realiza en otros países, como el caso de Bolívar de Bolivia.
Al poco tiempo, precisamente en 2019, Torque obtuvo el ascenso a la máxima categoría del fútbol uruguayo. Hoy goza de un buen presente futbolístico, peleando palmo a palmo con Liverpool el primer puesto. Desde el aterrizaje del grupo se mejoró ostensiblemente el presupuesto y el nivel de infraestructura del club. Pero, claro, no todo es gratis en esta vida. La potencialidad de estos grupos tiene un precio y es básicamente el monopolio de las decisiones. Si bien se mantiene la Comisión Directiva, el comité de miembros de las SAD marca las reglas de juego en el convenio futbolístico. Incluso hasta en el caso del marketing y los diseños del club, al punto de que pueden darse mudanzas de los estadios, de ciudades, o bien nuevos diseños y colores que no tienen que ver con la tradición del club, como fue este último caso. Estos ejemplos de pérdida de identidad se vieron en algunos clubes de México también, donde las SAD son moneda corriente.
Otros casos de Sociedades Anónimas en Uruguay son de Boston River, manejado por un grupo inversor de Venezuela, Deportivo Maldonado, de capitales ingleses; e inversionistas locales, como los casos de Rentistas, Plaza Colonia y Juventud de las Piedras.
¿Qué facilita este modelo de negocios? La legislación uruguaya, a partir de la ley y el decreto mencionados. El Estado se encarga de fomentar la explotación económica, dando la bienvenida a capitales privados con algunas licencias en materia tributaria y fiscal. Un ejemplo común es la eximición de impuestos para las transferencias de jugadores o la división de utilidades entre accionistas. Otro caso son los aportes patronales de los jugadores, que a partir del régimen de contribuciones especiales, es el propio Estado quien se encarga de este costo.
La pregunta de muchos es qué pasa si las SAD o los inversores quiebran económicamente, a lo que Casales respondió: “Normalmente ese tipo de casos se prevé en los contratos que firman los clubes y los accionistas. Han existido casos de inversores que terminaron desapareciendo. Y ha pasado que se terminó haciendo cargo la sociedad civil, pese a no estar responsabilizada. Por eso es que con el tiempo se han tomado recaudos y determinadas cláusulas. Muchos clubes vienen operando sin problema, más allá de Torque, y han mostrado funcionar perfectamente”.
La política uruguaya incentiva estos proyectos por varios motivos, pero el principal es porque conocen la potencialidad de futbolistas que hay en el país. De hecho es una de las naciones con más producción de futbolistas per cápita. A eso se le suma que Uruguay es “barato” en términos de salarios y mantenimiento de infraestructura. En síntesis, una mina de oro para el ojo empresario.
Todos los directivos y trabajadores de los clubes bolivianos coinciden en que su fútbol es pobre. Pero pobre no sólo desde el sentido económico, sino también desde la formación y los atractivos para inversionistas.
Esta lógica pareciera cambiarse con el arribo de City Group al Bolívar, pero este caso es distinto porque aquí no hay un convenio por los activos del fútbol ¿Qué es, por ahora? Una especie de “asesoramiento”, o bien la “compra de una franquicia”, señalan en off fuentes del club. No hay una injerencia directa entre capital y club, pero sí un seguimiento y un cierto control en las decisiones que se toman, al mismo tiempo que se proponen ideas para el desarrollo.
Además, estratégicamente, la llegada de City Group significó abrir nuevas puertas comerciales y de patrocinios, como el desembarco de la marca Puma, algo que solamente Bolívar podía pensar en algún remoto sueño, dicho por propios trabajadores del sector que hablaron con Doble Amarilla.
“El Club Bolívar es el mayor y mejor club de Bolivia con una valiosa y exitosa historia. Estamos entusiasmados por la visión que tiene Marcelo (Claure) para el Club. Tenemos muchas ganas de trabajar juntos y esforzarnos en ayudar a Bolívar a alcanzar sus ambiciosos objetivos en un futuro cercano”, manifestó el City Group en un comunicado.
“El City Group posee alrededor de 5 mil jugadores en todo el mundo. Lo que hace el Bolívar es acercarse a través de esta alianza. Llegaron varios futbolistas que son difíciles de acceder sin el grupo de por medio. También aporta capacitaciones en todas las áreas, desde marketing, logística y comunicación de prensa”, le agregaron a Doble Amarilla.
¿Hay rendición de cuentas en este caso? No. La Comisión Directiva sigue siendo la misma y la palabra final, en teoría, sigue siendo de la dirigencia. Pero, claro, en estos asesoramientos también hay apuestas, y nadie quiere perder o apostar sin un proyecto claro.
“Tenemos la oportunidad de aprender. Nuestra presencia en Bolivia a buen seguro nos permitirá fortalecer nuestro conocimiento y nuestras relaciones con el fútbol sudamericano”, concluyó el grupo empresario.
En 2019, Bragantino, un pequeño equipo de la ciudad de San Pablo, logró ascender a la Serie A de Brasil luego de 22 años. Detrás del logro, estuvo presente Red Bull. La empresa austríaca de bebidas energéticas desembarcó oficialmente en el club de Bragança Paulista el 23 de abril de ese año.
La compañía inyectó R$ 45 millones y logró sanear la economía de la entidad, que sufría para pagar las cuentas y hasta para mantenerse en la Serie B. En tan solo siete meses, consiguió el anhelado ascenso a la máxima división, algo que se había proyectado lograr en dos años.
¿Cuál es el atractivo que se esconde detrás del desembarco de Red Bull en un pequeño club como Bragantino? Formar y exportar talentos para las grandes ligas del mundo, pisar con fuerza en uno de los torneos más importantes de Sudamérica y, yendo más lejos aún, pelear copas internacionales. Doble Amarilla hizo tiempo atrás un informe al respecto con las voces de los protagonistas.
Da la sensación de que será muy difícil poder establecerlo. Sobre todo porque los dirigentes, con mayor ímpetu en estos últimos dos años, afianzaron la idea de seguir adelante con las Asociaciones Civiles sin Fines de Lucro y es algo innegociable para la gran mayoría de socios e hinchas.
¿Les fue mal a los clubes argentinos siendo asociaciones civiles? No, y de hecho por eso se intenta respetar este esquema institucional, económico y deportivo. Ahora bien, en algunas instituciones empiezan a manifestarse ciertos patrones y conductas similares a las de las SAD, aunque no son oficiales porque no hay una legislación vigente que las contenga.
Las experiencias de gerenciamiento dejaron malos recuerdos para los clubes argentinos, pero porque justamente nunca hubo un proyecto claro para que los dueños o gerenciadores respondieran con el patrimonio. Podemos citar el caso Blanquiceleste en Racing como uno de los más emblemáticos, cuando el club estuvo de rodillas y fue salvado por la lucha de los socios. Bajo el gerenciamiento cortó la racha de años sin títulos, pero los números estuvieron lejos de ser buenos en los balances y también surgieron interrogantes sobre el origen de los capitales.
También está el caso de Ferro con el gerenciamiento de Gustavo Mascardi, donde si bien logró el ascenso de la B Metropolitana a la B Nacional, luego el club tuvo que sufrir un largo periodo de la intervención de un órgano fiduciario para controlar los desmanejos económicos. Tampoco fueron redituables las experiencias de Torneos y Competencias con Argentinos Juniors, (que trasladó su localía a Mendoza) o la del Grupo América con Banfield.
¿Ejemplos “positivos”? Podríamos mencionar la influencia de Christian Bragarnik en Defensa y Justicia, último campeón de la Copa Sudamericana, aunque su paso oficial por Arsenal de Sarandí estuvo lejos de dar buenos resultados. El empresario y representanta se hizo cargo del fútbol de Ferro en las últimas semanas. Belgrano de Córdoba, con Armando Pérez, tuvo en los primeros años un buen gerenciamiento que saldó las deudas del club. Luego se presentó a elecciones y fue presidente por más de 10 años. Algo similar ocurre con Talleres, con el Grupo Pachuca y la influencia de Andrés Fassi.
El macrismo tuvo intenciones de instalar el tema en 2017-2018, cuando además de gobernar el país tenía influencia en el fútbol. La discusión no fue saldada, porque nunca se debatió en las cámaras. Los dirigentes se plantaron en su posición y allí se quedaron. Hoy los clubes siguen siendo sociedades civiles, a pesar de algunos casos aislados. Y hay que reconocerlo, si sacamos la cuenta, mal no les va para que así lo sigan siendo, mientras que las SAD no han demostrado un gran porcentaje de eficacia, sobre todo en clubes “medianos y chicos”, como marcan las experiencias en España, Italia y últimamente en Inglaterra.