Jugar en situaciones límite: de Riquelme a Tévez, pasando por Astrada, Palermo y Gallardo
Carlitos conmovió a todo el fútbol cuando en plena consagración Xeneize en San Juan blanqueó la dura situación personal que atraviesa. No es el único que ha jugado en una situación personal angustiosa. Secuestros express y muertes dolorosas también se colaron en medio de importantes partidos de fútbol.
Carlos Tevez sorprendió y emocionó a todos. El Apache, que hasta último momento estuvo en duda en San Juan para jugar, llegó sobre la hora, se sentó en el banco, entró unos minutos y pateó de manera excelente su penal en la definición. Otro día en la oficina, para el jugador que suma 29 títulos en su carrera. Lo que nadie sabia era que, horas antes, Tevez había tenido que comunicarle a su familia que su papa ya no tenía chances frente a la enfermedad que está enfrentando y que el doloroso final es irreversible.
Como canta "La Renga", Tevez hizo "Tripa y corazón" y sin más que eso "salió a la cancha". La situación límite del "10" de Boca, ya le había pasado en 2014. En ese año, una banda de Fuerte Apache secuestró a su papá del corazón, Segundo. En aquel entonces, Carlitos jugaba en la Juventus. Se enteró al finalizar una práctica y rápidamente sacó pasaje para la Argentina. Jamás llegó a viajar, porque su hermano, Diego le avisó que ya lo habían liberado, previo pago de $400 mil pesos. El jugador le preguntó a su padre si quería que viajara y Segundo lo dejó tranquilo: "No, mejor quedate. Estoy bien. Acá es todo un quilombo. Tenemos la puerta llena de periodistas".
Otro "10" Xeneize, pasó por algo parecido. Se trata de Juan Román Riquelme. El 3 de abril de 2002 fue secuestrado su hermano, Cristian, en ese entonces, jugador de Platense.
Román se puso al frente de las negociaciones con la banda que pedía u$s 300 mil dólares para dejar ir al joven de 17 años. El 4 de abril, un día después, Boca venció 2-0 a Huracán, sin Román en cancha. El secuestro de Cristian duró 29 horas y el hoy vice de Boca debió pagar u$s 160 mil para volver a verlo.
En la Argentina, post 2001, la modalidad "secuestros express" ganó terreno y se convirtió en una de las predilectas de los delincuentes. Las víctimas eran hijos de empresarios, empresarios, famosos, gente con dinero fresco que podía pagar cuantiosos rescates para ponerle fin a horas de angustia. Le pasó a Riquelme, pero también lo sufrieron en el fútbol otros jugadores emblemáticos, como por ejemplo Leonardo Astrada, ídolo de River y Diego y Gabriel Milito, cuyo padre fue secuestrado.
En el caso del "Jefe", su papá, Rubén Astrada, estuvo secuestrado 27 días y fue liberado en Moreno, sin existir pago de rescate. Ocurrió en 2003, justo en momentos en que el Negro jugaba su último partido en River, una derrota 3-1 ante Racing en el Monumental en la cual el Millo celebró su título 31. El 6 de julio de 2003, el Negro le dijo adiós al fútbol. Jugó de titular en el equipo de Pellegrini, que posó con una bandera que decía "Fuerza Leo". El volante jugó un puñado de minutos, ensayó un disparo al arco y pidió el cambio, visiblemente conmovido por el marco y por su situación personal. Al salir se sacó la camiseta de River y dejó ver un mensaje, en letras negras sobre una remera blanca: "Papá, te estamos esperando". El 23 de julio, Rubén fue liberado.
En ese partido, también jugó Diego Milito. El delantero de Racing y su hermano, defensor de Independiente, habían sufrido el secuestro de su padre un poco después del episodio de Cristián Riquelme. En agosto de 2002 fue secuestrado Jorge, que fue liberado el 30 de agosto. Había sido secuestrado el 28 de agosto, en la esquina de su casa, en el barrio La Cañada, de Bernal. En principio los secuestradores exigieron u$s 200.000 de rescate, pero los jugadores terminaron pagando $ 100 mil.
Pero más allá de secuestros, también hubo otras cuestiones muy íntimas y dolorosas. Ha habido cientos de casos de jugadores que han jugado a poco de nacer sus hijos o incluso, perdiéndose los nacimientos. Pocos como Martín Palermo, que jugó horas después de fallecido un hijo suyo.
El Titán sufrió el jueves la noticia que su hijo, de sólo seis meses de gestación, había fallecido. Stéfano Palermo murió el jueves y su papá, Martín, decidió jugar el domingo ante Banfield, en La Bombonera, por el Apertura 2006. Convirtió dos goles que le dedicó a su memoria, con Maradona aplaudiéndolo desde el palco. "Pienso en mi hijito y el dolor no se acaba", dijo con el corazón destrozado. En la previa, luego de hablar con su pareja en ese entonces, Lorena Barrichi, el goleador le dijo a Alfio Basile, DT de aquel equipo de Boca: “Coco, quiero jugar igual”. La voz inconfundible del DT fue aún más clara: "Martín, hacé lo que tengas ganas. Si querés venir, vas a ser titular, pero eso queda en vos". Luego de recibir el cariño de La Bombonera, Palermo se retiró sin hacer declaraciones directo a la clínica dónde estaba Lorena: "Entró y lo primero que hizo fue abrazar a Lorena y largarse a llorar con ella. Están viviendo un momento muy duro. Martín es un tipo muy sensible, y esto lo conmovió como a cualquier papá que pierde un hijo", había dicho un allegado en declaraciones a "Gente".
Más acá en el tiempo, en el año 2014, Marcelo Gallardo vivió una adversidad personal muy dura, como fue el fallecimiento de su madre, tras dar pelea contra un cáncer que se la llevó. Ana, su mamá, falleció el 25 de noviembre de 2014. 48 horas después, Gallardo debió dar la charla técnica y motivar a su primer plantel de River para salir a jugar la vuelta de la Semifinal de la Copa Sudamericana ante Boca. Esa noche, River se sacó la espina de la Libertadores 2004 ante su máximo rival y lo eliminó, dando inicio a la seguidilla de cinco eliminaciones mano a mano sobre el Xeneize. El Muñeco, al terminar, se abrazó con sus futbolistas y dejó salir sus emociones. El primer partido, un duro 0-0 en La Bombonera, tuvo lugar en el tramo final de la vida de su mamá. Semanas después ganó la copa ante Atlético Nacional y, al consumarse la consagración, le dijo a Tití Fernández, envuelto en lágrimas, que le dedicada el torneo "a mi vieja, a mi viejita".
Son todas situaciones límite, que obligan a ser profesional al máximo para sostenerse en poder competir y seguir haciéndolo de la mejor manera, aún cuando la vida golpea muy duro. Hoy le pasa a Tevez, le pasó a Gallardo, a Palermo, a Riquelme y a los hermanos Milito.