“Ya partió River rumbo a Estados Unidos”, dicen en el canal de TV deportivo que se sintoniza en la redacción de Doble Amarilla. A las horas, se ve una multitud de fanáticos recepcionando a Boca en Paraguay. Y ahí surgió el interrogante y la necesidad del repaso. ¿Nadie se va de pretemporada? 

Antes era habitual que todos los clubes viajen. Mar del Plata, Tandil y Córdoba eran destinos que siempre se anotaban como las ciudades que recibían a los equipos de Primera. Y en invierno, se sumaba Salta, encantadora por su clima no tan frío. Pero, en este 2017, tras el profundo sacudón que se dio en 2016 en cuanto a la economía de los clubes y que tiene su correlato en 2017, las viejas prácticas han cambiado. 

Están quienes viajan. Pero son los menos. A los casos de River y Boca, se suma Lanús, que viaja a Córdoba. Olimpo siempre escapa de Bahía en invierno. Antes iba a Mar del Plata, y ahora viaja a Santa Fe. Y se terminó la lista. 

El resto, se queda en sus clubes o elige campos de entrenamientos cercanos, optimizando recursos. No se gasta en hotel o en logística o en los dos ítems. Ejemplos: Banfield, Vélez y Estudiantes hacen su pretemporada en los mismos campos de entrenamiento donde trabajan día a día y concentran antes de los partidos. Esto se repite en cuatro casos más de los clubes denominados “medianos”: Rosario Central, Newell´s, Colón y Unión. Así, no gastan en viaje, traslado de elementos, hoteles, canchas ni gimnasios ajenos, y la poca plata que tienen disponible la invierten en su club.

Pero, esa práctica, ¿es propia de los equipos que no son los grandes? En absoluto. San Lorenzo e Independiente se anotan en esa metodología. Bajo Flores y Villa Domínico son los escenarios de dobles turnos, horas de descanso y fuerte trabajo físico. 

Están otros casos, como Huracán, Gimnasia y Tigre que eligen alejarse un poco de Buenos Aires, ir a la zona norte y trabajar allí. Prefieren abonar un alquiler de un campo de juego y no castigar los terrenos propios. Es una política que oportunamente han optado otros clubes en pretemporadas anteriores.

No gastar es la premisa, y no viajar de pretemporada es la ejecución. Cuidar el peso al extremo, aunque eso signifique perder algo que era habitual y hasta folcklorico. Quienes conocen el ambiente, dicen que muchos actores del ambiente consideraban los viajes de pretemporada como un derecho adquirido. Trabajar lejos de la ciudad, unir al grupo y transitar una vivencia inusual era el punto fuerte de hacer un viaje y estar lejos de casa por dos o tres semanas. Ya nada de eso pasa. La austeridad ha llegado señores.