Por qué Bauza tenía que irse de la Selección Argentina
El final anunciado desde hace tantos días llegó y el Patón ya no es más el entrenador de la selección. Asumió con esperanza, transmitió una realidad que no existía y nunca le dio identidad al equipo. Así le fue.
Ya está. Se acabó. Pasaron ocho partidos. Hubo apenas tres victorias y todas fueron gracias a Messi. En las mismas ocho fechas que Brasil dio un giro de 180º gracias a la mano de Tite y ya está clasificado a Rusia 2018, Argentina rifó su prestigio a rivales que estaban lejos en la tabla y que ahora amenazan con desbancarlo del quinto puesto, ese que sirve para jugar un repechaje contra el ganador de Oceanía.
Bauza se cansó (y cansó) de decir que iba a salir campeón del mundo y hasta le agregó una cereza al postre que era esa realidad tan distante: "Le vamos a llevar la copa al Papa Francisco". Lo que pudo hacer con San Lorenzo campeón de América, lamentablemente, no se vio ni por asomo en la selección. A juzgar por sus decisiones y declaraciones, Bauza siempre estuvo más pendiente de la prensa que del armado de un equipo que con Sabella jugaba a una cosa y con Martino a otra, pero a algo jugaban. En su intento por "absorber la presión" de los medios, Bauza apareció en infinitas oportunidades delante de cámara durante sus 252 días como entrenador y descuidó detalles básicos como armar un mediocampo que genere fútbol y conectar a Messi con él.
Como pasa en la política argentina, que cuando llega uno destruye todo lo hecho por el anterior y empieza de cero, Bauza ni siquiera fue capaz de sostener en el tiempo la defensa que había armado Martino y tenía cierta solidez. Volvió a insistir con Zabaleta de lateral derecho y a la dupla Mascherano-Biglia, en lugar de encontarle un tercer hombre que conecte líneas, la aisló para poner más delanteros, obsesionado con el qué dirán. Se empecinó en acumular estrellas como si pudiera manejarlas con un joystick y puso a Agüero por detrás de Higuaín, como si el Kun fuera capaz de asistir. Además, nunca pudo solucionar el trastorno de ansiedad de Di María que lo lleva a decidir mal en todas las jugadas y la cura es ponerlo por la derecha, donde juega Messi, y que Leo sea el que esté por detrás de Pipita. Más allá de todas las cuestiones tácticas que tampoco garantizaban una mejora en el nivel de juego, lo alarmante fue que Bauza nunca armó un equipo y por eso sacó nueve puntos en ocho encuentros con apenas nueve goles a favor.
Al mirar la tabla de abajo para arriba, a la Argentina de Bauza le tocó enfrentarse contra los cuatro últimos de la tabla de posiciones: perdió con Bolivia y Paraguay y empató con Perú y Venezuela. Como la historia debe contarse completa, es justo para el Patón analizar su ciclo con el detalle de la ausencia de Messi, a quien solo tuvo en cuatro partidos. La única derrota con el capitán en la cancha fue el golpe durísimo contra Brasil. En aquella noche en el Maracanã, los argentinos fueron espectadores de lujo de lo que puede hacer un entrenador con una idea clara y el valor para llevarla a cabo aunque eso implique sentar en el banco de suplentes a algunos pesos pesados.
Cabe aclarar, también, que la forma de proceder del Chiqui Tapia para echar a Bauza fue paupérrima, igual que la de Armando Pérez cuando hizo el casting para suceder a Martino. El dirigente cordobés, también adicto a dar entrevistas, en una de ellas se olvidó de uno de sus candidatos. El olvidado era Bauza. Así de desprolija fue la elección del entrenador que tiene el privilegio de dirigir al mejor jugador del mundo. Y como para mantener una línea de coherencia, también fue asqueroso el manoseo de más de una semana que sufrió Bauza, con los medios dando como seguro su despido y con Tapia postergando la reunión con él para ir a la inauguración de un predio de Boca en Ezeiza o porque había un paro nacional.
Con Sabella, Messi supo lo que es jugar la final del Mundial y con Martino vivió por duplicado qué se siente ser finalista de una Copa América. Con Bauza, en cambio, Messi mira de reojo la tabla de las Eliminatorias y tendrá que vivir en carne propia lo que implica pedirle a la FIFA que le reduzcan una sanción que fue producto del hartazgo para poder salvar a la Selección Argentina y llevarla al que quizá sea su último mundial.