A cada “Napoleón” le llega su Waterloo
Marcelo Gallardo atraviesa su peor año como entrenador desde que llegó a River. Afuera de todo y sin la certeza de poder clasificar a la Copa Libertadores. Momentos de reflexión para un batallador que hoy está perdiendo en todos los frentes.
Es fácil escribir esta nota a caballito del pésimo 2022 que lleva River en lo deportivo, pero lo cierto es que Marcelo Gallardo viene dando muestras hace rato que viene errando y que esa figura celestial que los hinchas -¡y la prensa!- ponderan, tiene sus flejes y sus costuras. Que el 'Muñeco' es el 'Muñeco' y el apodo de 'Napoleón', al menos este año, no le quedó. Y no hay nada malo en eso. Esto es fútbol y River -y el DT- pueden tener un año malo desde lo deportivo, claro que sí. También tienen ese derecho. Pero lo que ocurre es que a todo lo malo que le pasó a River desde el resultado, parece existir una causa desde lo planificado, lo decidido o lo impuesto.
El fracaso de este año en el 'Millonario' encuentra muchos padres rápidamente, pero el responsable máximo es Gallardo. Así como también lo fue cuando River dio vuelta el continente en 2015 y 2018. El técnico más importante de la historia de River también puede fallar. Lo bueno es decirlo y no maquillarlo, no tenerle el temor reverencial que se le tenía al culpable de su apodo en la Francia del S XVIII.
Marcelo Gallardo hizo casi todo mal este año. Hubo cosas que también se pudieron haber evitado desde afuera y, para colmo de males, las lesiones lo persiguieron con saña. El ciclo del DT de River, que ya lleva ocho años, atravesó mesetas, pero ninguna tan clara y tan pronunciada como este 2022. ¿Es fin de ciclo? El protagonista se ha ganado el derecho de decidir cuándo se irá, pero a nadie debería extrañarle ninguna de las dos cosas, dado el personaje en cuestión. Que siga para revertir esta imagen o que decida irse, antes de pronunciar aún más la meseta.
Sobre aquellos momentos vale señalar: luego de ganar la Copa Libertadores en 2015, River cayó en la final del MDC vs. Barcelona (0-3) y todo ese semestre previo no dio pie con bola. En 2016 quedó rápido afuera de la máxima contienda a nivel clubes del continente y maquilló el año con la obtención de la Copa Argentina. En 2017, luego de perder la Semi ante Lanús, el equipo atravesó una turbulencia que duró hasta el 14 de marzo de 2018: ese día, le ganó la Supercopa Argentina a Boca y despegó. Pasó por la victoria histórica e inolvidable de Madrid, y terminó estrellándose en Lima, en la final de una nueva Copa Libertadores, que se le escurrió en los últimos tres minutos.
River perdió jerarquía a pasos agigantados y lo que trajo -un poco por valor de mercado y otro poco por impericia del combo DT + dirigencia a la hora de elegir- no pudo suplir lo que se fue. Ni siquiera el Juanfer Quintero que volvió es el mismo que el que se fue. Mucho menos Andrés Herrera y Elías Gómez, son, siquiera, parecidos a Gonzalo Montiel y Fabrizio Angileri. Tampoco Agustín Palavecino es Exequiel Palacios, ni todos los volantes que vinieron juntos pudieron acercarse a lo que supo ser Nacho Fernández. Tampoco Esequiel Barco explotó como se esperaba -y se sigue esperando-. Reglas de mercado: son claras y son para todos. Simplemente, hay que saber apuntar, moverse a tiempo y, también, claro, tener algo de fortuna. River -y su DT- no cumplieron ninguna de las tres.
Quizás el último partido que el River de Gallardo se reflejó a sí mismo en su mejor espejo fue la revancha en San Pablo ante Palmeiras, por la Semifinal de la Copa Libertadores 2020, que llegó luego de un feo 0-3 en la cancha de Independiente. Esa noche, River venció 2-0 y debió haber sido 3-0 y el VAR debió haber revisado un claro penal de Weverton a Paulo Díaz. Nada de eso pasó, pero la imagen que se dejó fue enorme, a tal punto que el DT, en conferencia, sólo agradeció a sus jugadores por brindarse al máximo. Desde ese momento, y más allá que River ganó tres torneos en el año 2021, no volvió a lucir esa fiereza, ese ojo de tigre, ese carácter arrollador que lo hizo mandar en el continente con tres finales de Copa en cinco años, en las tres, sacando a Boca previamente.
Se rearmó desde un juego más terrenal, con un mediocampo con un Enzo Pérez al cual el DNI cada vez le hace un poco más de mella, un Santiago Simón que fue aparición, un lesionado y también solicitado Nicolás De la Cruz que sin Nacho Fernández debió cargar con el peso creativo del equipo y un Agustín Palavecino que se construyó a sí mismo como un utilitario con destellos. A ellos se les sumaron, arriba, un Julián Álvarez en plena explosión y un Braian Romero con la confianza por las nubes, así como un Matías Suárez que aún no atravesaba el vía crucis de lesiones que vivió este año. A ese equipo, que fue campeón 4 fechas antes, que superó con claridad a Boca, pero que ya no pudo dar la talla en la Copa Libertadores, Gallardo lo destruyó como esos niños que luego de levantar el castillo de arena lo pisan. Nadie entiende por qué, ni para qué.
El técnico desmembró el mediocampo que le había dado frutos y se empecinó en jugar con un sólo delantero. La explosión de Enzo Fernández y un semestre cinco estrellas del actual compañero de ataque con Haaland le permitieron la falsa idea de tener un equipo confiable. Nada de eso fue así. Tal es así que cuando ambos viajaron a Europa, todo se desmoronó en cuestión de segundos y River, desde lo futbolístico, pasó a ser un equipo de mitad de tabla para arriba, pero que se veía venir que no iba a tener capacidad para cumplir con las aspiraciones competitivas. En otras ocasiones, como se mencionó anteriormente, quizás pasó que River lució frágil, pero encontró en su DT la lucidez y la “muñeca” para salir del mal paso. En este 2022, River además padeció a un Gallardo errático, enojado, sin lucidez. Que aquella “serenidad” que pregonó tras caer ante Boca en el primer Superclásico del año, no lo acompañó en ningún momento.
Es difícil perder para aquellos que ganan seguido: le pasó a Carlos Bianchi en Boca. Este año de Gallardo lo demostró: por momentos hasta soez en conferencia de prensa, suspendiendo una enorme cantidad de encuentros con periodistas post-partido, con los ojos inyectados en sangre e intentando defender un equipo y una idea que, parecía, sólo a él le cerraba. Los partidos, los resultados, los trámites de los juegos le marcaban otra cosa; incluso, sus propios ayudantes han tenido fuertes disidencias con él este año, pero no hubo caso: casi encaprichado, Gallardo defendió su idea y su único plan.
En el camino, le destruyó la confianza a Braian Romero y mandó a Palavecino y Simón al banco. Luego de un par de errores seguidos, sacó del equipo a David Martínez -el más notorio, el penal contra Vélez, en la ida de los 8vos de esta edición de la Libertadores-; también rotó a Paulo Díaz, a Casco lo mareó entre derecha e izquierda, no quedando claro si confiaba menos en Herrera o en Elías Gómez, ambos que llegaron por insistencia suya. Tuvo que salir a buscar a Lucas Beltrán de urgencia, incluso, pagando más por el préstamo de otro error que cometió que fue traer a Alex Vigo. Repescó a Rodrigo Aliendro y terminó pagando más de U$S 8 millones por Miguel Ángel Borja, cuando se quedó sin margen de maniobra por esperar que Luis Suárez deshoje la margarita. Claro, también llegó Pablo Solari, uno de los pocos “aciertos” en el mercado para River en el último año y monedas.
Los resultados son una vara mentirosa, porque a veces no reflejan lo que ocurrió. Los resultados de este semestre de River, en cambio, son la muestra cabal del dislate que emanó desde el banco y estalló en el campo de juego. Caída ante Tigre -recién ascendido- como local en cuartos de la Copa de la Liga. Eliminado ante un Vélez muy flojo en Copa Libertadores. ¿Qué tan flojo? El elenco del Cacique Medina marcha 27 sobre 28 en el actual torneo y 26 sobre 28 en la tabla anual y lo eliminó muy bien, más allá de la polémica con el VAR. Cayó también en Copa Argentina, ante un Patronato que es un equipo que no le debería hacer sombra: el Patrón marcha 12 en la tabla, pero es el último en la tabla de los descensos.
Para coronar un 2022 para el olvido, River perdió las dos veces ante Boca. La primera, por un error garrafal de Leandro González Pírez, quién no se explica cómo volvió a ponerse la camiseta del club, teniendo en cuenta su primer paso. Es un error cometido a medias entre CD y DT. Tal es el error que, ante Patronato, Gallardo prefirió recurrir a la dupla +35 que son Maidana y Pinola, que volver a darle una chance a Pírez y Martínez en la zaga. En la revancha, en La Bombonera, fue el caso testigo de un DT que no sólo no encontró jamás el equipo, si no que jamás se pudo encontrar con él mismo. Puso un 11 extraño ante Boca, con Pablo Solari (tocado), Juan Fernando Quintero (generalmente suplente) y Matías Suárez (lesionado hacía poco), todos juntos y desde el arranque. Luego de un 0-0 en que River, que se paró en La Boca con línea de 5, no pateó al arco, metió tres cambios en el vestuario, señal inequívoca del error que había cometido. Ojo, el 0-0, en esa instancia, a River le servía. Su DT quiso reaccionar rápido y la cosa terminó peor: derrota 0-1 y Boca lanzado al campeonato con el envión anímico. River, en cambio, buscando los papeles en el piso, a ver si alguno se había salvado del incendio.
A un DT perdido y errático, River le sumó un momento en que su dirigencia parece estar mucho más enfrascada en la obra gigantesca que está llevando a cabo que en evitar que, por ejemplo, para un partido definitorio -o más de uno- a River lo dirijan árbitros que no vienen teniendo suerte cuando actúan en partidos donde está el Millonario. De todas maneras, un buen equipo, o al menos uno confiable, se sobrepone a todas estas suspicacias ganando los partidos. Si en River tanto se apuntó y se habló de los arbitrajes, es porque el equipo no respondió como solía hacerlo. Punto. En eso Gallardo sí actuó coherentemente: no buscó responsables afuera. Habló de un “año difícil”, de “no estar a la altura” y hasta agregó el concepto de “desilusión”. El análisis del 'Muñeco' en caliente ante las preguntas del periodista Gastón Recondo fue 100% acertado. En cambio, su trabajo en frío fue bastante más errado que lo expresó luego de caer ante Patronato. De ese hilo quizás puedan tirar los hinchas de River para no sentir que todo está perdido. Que el 'Muñeco' Gallardo sigue siendo la mejor opción para el club.
Gallardo se ganó el derecho de no darlo por muerto. Incluso en el peor momento. Es el mismo Gallardo que le ganó a Boca en Madrid, el que llevó al club a conquistar dos Copas Libertadores, el que sometió al 'Xeneize' en los últimos tres cruces coperos, el que aún después del 9/12 salió campeón cinco veces más. Gallardo, no 'Napoleón'. El hombre puede equivocarse, como quedó claro este año. Es sano y necesario marcárselo, es la única manera que en el ciclo de Gallardo aún pueda quedar algo más. 'Napoleón' ya fue, ahora es el turno de Gallardo. ¿Podrá el 'Muñeco' estar a la altura de su leyenda en esta, su hora más difícil? ¿Sigue siendo este Gallardo terrenal y errático la mejor opción para River? Son respuestas que se responderán en las próximas semanas.
Aún queda un objetivo importante: ingresar a la Copa Libertadores 2023. Para eso, a River se le viene dos finales: Argentinos en La Paternal y Estudiantes en su casa. Ambos equipos también corren la carrera de la tabla anual para ingresar a la Libertadores. Para River será necesario, en esa carrera, llegar a la meta. Es clave y es lo único que le queda. Esa debe ser la base para la reconstrucción. Porque en ocho años puede existir un año pésimo, porque el DT puede haberse equivocado como nunca antes en su ciclo, porque hay jugadores que aún necesitan adaptación, porque hay muchas cosas que pasaron pero que tienen un denominador común: no pueden volver a repetirse. Gallardo se ganó el derecho de elegir cuando irse, se ganó el privilegio de tener un año en el que en condiciones normales. Quizás su puesto de trabajo hubiese estado en riesgo hasta dos o tres veces, pero River le exige una sola cosa: que no se repita. Un año así no puede volver a repetirse y Gallardo, Marcelo Gallardo, el nacido en Merlo, el exjugador, el multicampeón como DT es el primero que lo sabe. ¿Napoléon? Napoleón murió en Longwood, el 5 de mayo de 1921. Esta es otra historia. Es hora de separarlas. Le hará bien a todos los involucrados, principalmente a River.