El rostro de Christian Bragarnik no es muy conocido para el hincha normal. Su nombre, quizás, un poco más. De tanto citarlo los medios, el futbolero sabe que es representante. Dentro del mundo dirigencial y de influencias, su número de teléfono tiene que estar entre los contactos de todo aquel que se precie de ser “un hombre del fútbol”.
A las sombras y con un perfil hiperbajo, maneja todo -o gran parte- de lo que sucede en el fútbol argentino. Ya no sólo interviene en lo que es la representación de jugadores, sino que tiene un papel preponderante en los mercados de pases, incluso en los casos de jugadores que no son representados suyos.
Hace varios años, Bragarnik fue el primero en descifrar que iba a ser vital para los representantes tener presencia fuerte en los clubes. Y para no despertar sospechas y “hacerse de abajo”, escogió a Defensa y Justicia, de histórica permanencia en la B Nacional pero que no llegaba a pelear por los primeros puestos. En paralelo, estrechó vínculos con los Xolos de Tijuana, equipo menor de la liga mexicana. Así, se aseguró tener una pata en el fútbol argentino y un buen lugar de desembarco en el mercado mexicano, siempre tentador para el futbolista criollo.
En paralelo, entendió que la clave del éxito era tener representados de los dos lados de la línea de cal: así, sus entrenadores iban a pedir a sus propios jugadores. O bien, bajarle el pulgar a los representados por sus colegas. Ese fue el despegue definitivo de lo que en el mundillo futbolero se llama “la escudería Bragarnik”.
Jorge Almirón es el caso testigo de sus movimientos para poner en los primeros planos a sus representados. De Defensa a México, de México a Godoy Cruz, de Godoy Cruz a Independiente y luego a Lanús, para ser campeón y destacarse por donde se lo mire.
Diego Cocca es otro caso testigo: tras pasar por varios clubes, estuvo en el Santos Laguna de México, y vino a la Argentina para dirigir a Defensa y Justicia en la B Nacional. Ascendió y marchó a Racing, donde fue campeón en el primer torneo. Ambos clubes contaron con muchos jugadores de Bragarnik, algo que le valió duras críticas en los primeros meses en Avellaneda.
En lo que respecta a su papel en las entidades, no todo queda en Florencio Varela. Contento por cómo venía creciendo su estructura, metió mano en Godoy Cruz. De estrecha relación con el presidente José Manzur, el mendocino se aloja en Buenos Aires en un departamento de Bragarnik en la zona de Puerto Madero. Ese inmueble queda literalmente al lado de su empresa de representación de jugadores, llamada Score Fútbol.
Arsenal, de capa caída desde mediados de 2014 a la fecha, significó presa fácil para Bragarnik. Acercó jugadores y hasta entrenadores. Al irse Sergio Rondina, llegó Lucas Bernardi (representado suyo). Duró lo que un suspiro. Es que en Godoy Cruz se había ido Méndez y el Tomba necesitaba un DT para afrontar la Copa Libertadores. Bragarnik puso de manifiesto sus preferencias y parece que el team de los Grondona no está en los primeros puestos. Un movimiento de fichas que evidencia la forma de trabajar de Bragarnik y los objetivos que persigue.
La última conquista de Bragarnik fue por demás curioso. Se entrometió en el ascenso profundo. Su participación resultó fundamental para el acuerdo de cooperación entre Argentino de Quilmes (primeros puestos de Primera C) y Defensa y Justicia. Los quilmeños están gerenciados hace tiempo por el dirigente sindical y también ex presidente Daniel Zisuela, en una situación llamativa. De licencia en el club, Zisuela delegó el poder en Julio César Sosa, quien estrechó lazos con Bragarnik. Se blanqueó el acuerdo y esto hizo explotar a los socios del Mate, club centenario del bajo quilmeño. Incluso, la buena campaña del albiceleste no tapa el disgusto de los socios. Aunque eso poco le importa a Bragarnik, que no da puntada sin hilo, y en poco tiempo se encargará de que Argentino de Quilmes esté al servicio de su escuadra, como lo hizo siempre.