Rosca y fútbol
Quilmes: víctima de la política nacional
El Decano del fútbol argentino es la presa de un tironeo entre el PRO y el FPV. Poder, caudillos y negocios se mezclan en el Cervecero.
De extensa historia en el fútbol nacional y con demasiados vaivenes en sus rendimientos deportivos, Quilmes tiene un lugar ganado en el ambiente. Siempre presente en las mesas de negociación, donde se cortaba el bacalao, Quilmes fue durante el grondonismo un bastión impenetrable.
El referente ineludible era José Luis Meiszner, con laderos de mucho peso como Daniel Razzetto (ex mandamás del club), Sergio Villordo (pasó de chofer de Aníbal Fernández a Intendente municipal) y el propio Aníbal. Meiszner “era más grondonista que Grondona” dicen hoy en Quilmes, y “representaba lo que no queremos en nuestro club”. Tan fuerte era la imagen del ex dirigente quilmeño y afista, que el Estadio Centenario inaugurado en 1995 llevaba su nombre. Llevaba...
Una de las primeras medidas tomadas por la actual conducción del club, encabezada por Marcelo Calello (ganó con el 78% de los votos ante delfines de Meiszner y Fernández) fue la de llamar a la asamblea extraordinaria para cambiar el nombre de la cancha. "Lo que queremos hacer es un cambio de la imagen del club, lavarle la cara. No queríamos que se lo relacione con la mafia o actos ilícitos. Un proceso importante para eso era cambiarle el nombre al estadio", explicó a Infobae en agosto de 2016 el secretario de comunicaciones y relaciones institucionales Jairo Gomelsky. "Si no lo hacíamos se iba a seguir relacionando para siempre al club con un caudillismo que duró 30 años y era contradictorio con el cambio de imagen que queríamos darle", explicó el Gomelsky a continuación. Desde entonces, el otrora “Estadio Centenario José Luis Mieszner” pasó a llamarse “Estadio Centenario Ciudad de Quilmes”.
Un mensaje claro, en el que no se tuvo reparo para blanquearlo ante los medios. Todo tiene su motivo. Calello es hombre de Martiniano Molina, dirigentedel PRO que es el intendente del municipio quilmeño desde fines de 2015. El mandamiento que baja desde las altas esferas es claro: combatir al pasado en Quilmes con todo. Y en esa misión, no hay tiempo para perder con detalles. Hay mensajes que dar para elafuera y luchas fuertes para dar desde adentro.
En la previa, Calello se encargó de reclutar socios marginados por Mieszner y su gente. Para cada sector buscó personas que hayan estado alejadas del club por convicción y por cuestión etaria, ya que durante la etapa de Meiszner y Fernández “no había espacio para gente nueva, eran siempre los mismos que se iban rotando, hasta que se iban peleando entre ellos o se iban muriendo”. Un ejemplo pasa por el sector de comunicación y atención a la prensa del club: desde la llegada de la actual conducción la comandan jóvenes, que en sus tiempos pasados fueron reprendidos por “simpatizantes” de Meiszner y Fernández porque en sus medios partidarios de Quilmes se pronunciaban abiertamente en contra de la conducción anterior.
Así funcionaban y funcionan las cosas en Quilmes. El brazo armado y las personas de temer están del lado de Meiszner y Fernández. La barra, concretamente dicho, responde a los intereses de los viejos caudillos. Esto pasa ahora y ha pasado antes. La intendencia de Sergio Villordo es recordada por los quilmeños por las prácticas violentas contra quienes se oponían a su gobierno. Por eso las pintadas en el Centenario un mes atrás y el ataque a los autos de los jugadores de la anterior semana no sorprendieron a aquellos que están empapados de la vida del día a día en Quilmes. Ante estas situaciones, sobre todo la última, Calello recurrió a sus contactos en el Gobierno Municipal y Provincial y logró que el mismísimo Juan Manuel Lugones vaya, en un hecho inédito en su gestión al frente del Aprevide, al entrenamiento del primer equipo para garantizar seguridad a los futbolistas. Nada es casualidad. Desde el Palacio Municipal o desde La Plata debían responder con gestos y acción a uno de sus soldados más fieles, que casi con pocas armas y con un equipo batallando en el descenso pone el pecho para combatir a los históricos dirigentes de Quilmes.
Todos en el oficialismo de Quilmes (ya se trate del club o del municipio) tiene claro que están enfrentando a un conglomerado tan poderoso como peligroso. Los ejemplos que demuestran eso, se multiplican. En la tristemente célebre causa por el “Triple Crimen de General Rodríguez”, Ibar Pérez Corradi señaló, en declaraciones judiciales, a Silvio Villordo como uno de sus contactos con sus superiores en una supuesta asociación ilícita. He ahí el motivo fundamental por el cual Martiniano Molina tiene la orden clara: “sacar a los Meiszner y a Aníbal de todos los lugares en Quilmes”.
“El club siempre fue la moneda de cambio de Meiszner en AFA. Cada vez que había elecciones en AFA o Conmebol, a nosotros nos pasaba algo malo y a él lo ascendían”, dice un tradicional habitante de la coqueta platea del Centenario. “Esta CD tiene a su favor el pasado. Meiszner, Aníbal y Razzeto vendieron la cancha anterior (NdR: Ubicada en la céntrica esquina de Guido y Sarmiento) para que hagan edificios. El detalle es que se lo vendieron a la constructora de Grondona y Di Pace. Toda la vida usaron al club para negocios personales”, agrega el mismo plateista, quien no se preocupa por un nuevo descenso en Quilmes. Tiempos anteriores, con múltiples vejaciones al escudo, parecen haber sido peores. Lo que sí, sentencia, “acá con los padrinos siempre nos fue mal”. Un mensaje que se sienta en el pasado pero mira hacia el futuro. Al parecer, Quilmes está condenado para ser tironeado como una presa de sumo interés por los actores políticos. ¿Hasta dónde llegará la injerencia de Martiniano Molina, y ergo, del macrismo? ¿Podrán parar esta situación?
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