Mejores amigas y fanáticas de Boca, la historia detrás de las dos nenas que perdieron la vida en la tragedia de la Ruta 2
Detrás de la gigantesca pérdida, hay una historia de amor y amistad. Mía y Delfina, además de compañeras, eran vecinas y muy cercanas. Compartían varias pasiones en común y una de ellas era el Xeneize y el Hockey.
(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) Es un dolor insoportable. Lo que sucedió en la Ruta 2, a la altura de Lezama durante la mañana de ayer es uno de los grandes dramas del año. El luto por perder dos vidas tan chiquitas, que otros dos menores hayan tenido que ser amputados por las heridas causadas, hacen del vuelco de un micro en la Ruta 2 una de las tragedias más dolorosas.
Detrás de Delfina Del Bianco (11) y Mía Soledad Morán (12), las dos víctimas fatales, hay una historia de sueños compartidos, amistad construida a base de cotidianeidad y pasiones en común: una de ellas, Boca Juniors. La otra, el Hóckey.
"Clarín" cuenta la historia detrás de estas dos chicas de 11 y 12 años que perdieron la vida de una manera tan injusta y tan temprana. En ese micro, además de ellas dos, viajaban los alumnos de una escuela de Benavídez, que se iban de viaje de Egresados, a la Costa Atlántica. San Clemente era el destino al que jamás llegaron. Mía y Delfina iban sentadas juntas, arriba, al fondo, en el micro siniestrado.
"Eran tal para cual: tímidas, estudiosas, hinchas de Boca e incipientes jugadoras de hockey en el Ranch Sports”, cuenta Rogelia, que administra un multikiosco en la Avenida Peron al 6000 llamado La Paz, justo enfrente de la casa de Delfina, en declaraciones que refleja "Clarín". "Ayer vino Silvia, la mamá de Delfina, a comprar algunos dulces para hacerle el paquetito a la hija para el micro. Estaba rara, llorosa, porque no estaba del todo convencida de que Delfi viaje. Se despidió diciendo: ‘No me des bola, soy una tonta’. Ahora tiemblo recordando la conversación", cierra la mujer, conmovida, como cada rincón de Benavídez.
María, otra vecina, que es responsable que al perro de Delfina no le falte comida, dice: "A Delfina la vi nacer. Un ser celestial, una chica muy hogareña, apegada a sus padres, una nena dulce y cariñosa. Para ella el mejor plan era ir a jugar al hockey".
En el caso de Delfina, la fatalidad también suma un detalle escalofriante: llegó a ese colegio, este año: "Delfina cambió de colegio. Estuvo en el Estrada hasta el 2018 y este año empezó en el Vera Peñaloza". María, completa: "Siempre fue una buena alumna, destacada, que todavía no tenía claro qué quería estudiar”.
A 15 cuadras de allí, sobre la calle Perú al 2100, hay un terreno con dos casas, una de las cuales era habitada por Mía y su hermano y sus padres, Jorge y Belén. Detrás, viven su tía, Natalia, la hermana de Belén: "Estoy hecha mierda. Anoche Mía vino a mi casa para que le hiciera la planchita, quería tener el pelo lacio para el viaje. La loca estaba ansiosa con el viaje, muy embalada, y como siempre se quería ver divina", dice Natalia, con el dolor clavado en los ojos.
"Mía era una piba tranquilita, inocente, pero ninguna boba. Tenía carácter y era muy competitiva, si no la ganaba la empataba. Ah, era una fanática bostera y festejó el triunfo de Flamengo con la remera de Boca", completa su tía, como dato al pie de la pasión Xeneize de Mía.