Senna y su mítica rivalidad con Alain Prost: el último gran duelo de la Formula Uno
El legendario piloto brasileño y el 'Profesor' francés protagonizaron una confrontación que marcó la agenda de la 'máxima' durante una década. Una relación que conoció de amores y odios y que apasionó a todos los "fierreros".
La Fórmula Uno tiene una historia riquísima en confrontaciones y duelos entre sus protagonistas en los 74 años que lleva siendo la máxima categoría del deporte motor. Pero si hay un duelo que es recordado por todos los fanáticos es el que mantuvieron durante una década el francés Alain Prost y el brasileño Ayrton Senna.
El primer episodio se dio en el podio de Montecarlo, flanqueados por el Príncipe Rainiero y resguardados todos bajo unos paraguas suministrados por los organizadores del Grand Prix de Mónaco en 1984. La carrera se había suspendido por el carácter pluvial que había adquirido. Se recuerda que Prost ( a bordo de un McLaren con motor Porsche) hablaba con la Realeza tras oír los acordes del himno galo; bajo una lluvia torrencial que regaba el encuentro.
Senna (Toleman), con su juvenil rostro, se erigía como vencedor moral (llegó segundo) al comando de un vetusto medio mecánico. El paulista ni bien observó que el mandatario había abandonado el Palco Real, consultó si podía irse retirando. Después vendría lo que el folklore pregona, más leña al fuego: que Jacky Ickx (director de la prueba) paró todo para beneficiar a un diezmado Prost, y mil cosas más.
El tiempo había hecho lo suyo. Prost iniciaba 1988 con el mote de bicampeón y el heredero del mítico Niki Lauda en el equipo inglés. Senna, mientras tanto, había capitalizado las enseñanzas de la Escuela de Lotus. Ron Dennis los unía para construir una dupla que dominó las competencias…pero también los tabloides por la confrontación entre ambos.
La temporada sería extensa y vibrante. En Suzuka (Japón), una victoria dio a Senna su primer campeonato. Prost le felicitaba en el podio; pese a acumular más unidades que su compañero (acreedor de mejores resultados), el francés debía conformarse con el sub.
Doce meses más tarde, otra vez en el Sol Naciente. La relación se había tornado harto tensa, luego de una disputa sin cuartel, un equipo dividido en dos bandos y hasta un supuesto acuerdo no cumplido en San Marino. Faltaba poco para el desenlace cuando los bólidos albirrojos N° 1 y N° 2 colisionaban al encarar la variante Casio. La chicana era uno de los pocos lugares de sobrepaso. Ayrton necesitaba ganar para nutrirse de chances de retener la corona; sin perder tiempo, persiguió a su coequiper-rival por todo el continente de Suzuka: intentó en la recta, en las curvas, en lo sinuoso. Sólo restaba aquel lugar...
Las diferencias allí se reducían a cero. Senna arremetió por el flanco derecho de Prost cuando éste se disponía a doblar, el francés no cedió un milímetro y los autos frenaron su marcha en la vía de escape, como varados. Las emociones - entonces - traspasaban los cánones: "Quisiste meterte por dónde no se podía", refunfuñaba Alain, al paso que se desabrochaba el arnés, abandonaba el habitáculo, quitábase el casco y los guantes, para que los auxiliares hicieran la rutina, y para saborear él su nuevo primado. Ayrton optó por permanecer en el cockpit de su McLaren, a diferencia de Prost: "Me cerraste la puerta en el único sitio para adelantar", le recriminó. Pronto acaparó la atención de los operarios de pista, clamando por ayuda para que reencaminasen su máquina al ruedo. Con el morro en crisis, ingresó a pits y - en esa instancia - el mismísimo Alain deambulaba a la vera de la calle de boxes, rumbo al motorhome: "No lo puedo creer, no lo puedo creer", se repetía para sí el francés mientras contemplaba al coche de Ayrton que se dirigía urgido hacia los mecánicos del team para una pronta reparación.
Después, historia conocida: ganó el paulista, pero fue descalificado; Prost se proclamó tricampeón, y mudó hacia Ferrari; Senna apeló en la Corte de la FISA, demandó a Jean-Marie Balestre, le quitaron y restituyeron la matrícula para manejar en la categoría, y decidió hacer justicia, por mano propia, en la primera curva del GP de Japón 1990.
En 1991, el brasileño tuvo uno de sus mejores años y el galo uno de sus peores. Las distintas realidades se vieron contrapuestas en alguna chicana de Hockenheim (Alemania) cuando Prost decía verse encerrado por Senna mientras ambos pujaban por terminar en los puntos: Alain bramaba porque una maniobra similar le había costado alguna vez una multa de U$S 10.000.
En Hungría, para evitar la Tercera Guerra Mundial, los hombres pusieron firma simbólica al Tratado de la Buena Voluntad. Pronunciaba Ayrton: "Por el bien del deporte, dejemos de lado las asperezas y empecemos una lucha limpia". El pacto se cerró con un apretón de manos con el francés. La relación mejoraría entonces, para el bien de todos.
Algunas palabras de más habían costado el puesto a Prost en Ferrari. El colmo era que había un contrato de 200 páginas que todo lo tenía previsto... El duelo tuvo su reedición en 1993 con renovadas expectativas: Prost a bordo del imbatible Williams, Ayrton en una versión McLaren.
El certamen decantó en favor del francés, dueño de una mecánica impresionante. El paulista supo sacar diferencias en la lluvia (Interlagos, Donington), en su casa (Montecarlo) y al cierre del ejercicio (Suzuka, Adelaida). Justamente, la última carrera que corrieran juntos sería en Australia, con victoria de Senna, seguido de Prost y Damon Hill (Williams). Hubo un abrazo en el podio. Atrás en el tiempo habían quedado los rencores. Alain, tetracampeón, se despedía de la “máxima”.
Aún en las antípodas Prost se refirió a la particular pericia de Ayrton para con el motor Honda en aquellos años de la década del '80: "Admiro la técnica de acelerador-ametralladora de Senna, la cual permite que la curva de revoluciones del turbo se mantenga en un ratio siempre óptimo".
A fines de 1993, cuando la revista francesa L'Automobile realizaba un cuestionario entre pilotos, para que éstos seleccionasen los tres mejores volantes de la historia, Ayrton respondió: "En primer lugar nomino a Fangio, porque lo hecho por él nadie lo podrá igualar; después, en los '60 y '70 hubo fabulosos automovilistas, pero señalo en segundo lugar a Lauda por su fuerza de voluntad; y en tercer lugar postulo a Prost: por los títulos logrados merece estar allí".
Prost confesó que, con la muerte de Ayrton, se fue parte de su vida. La imagen final es con Prost llevando el féretro de su adversario, una muestra más del respeto más allá de la rivalidad. Una de las más grandes de la historia del deporte.