Apagar el fuego con nafta. Jugar a la batallita naval cuando las pistas se viven sacando selfies delante del pizarrón. Ir en contra de la lógica. En eso se resume el debut de Argentina en el Mundial Rusia 2018 y buena parte del ciclo Sampaoli: el discurso tiene poco y nada que ver con lo que se intenta. Ensayemos el análisis en base a los postulados del entrenador.

1.    Desorden ofensivo. Victorio Spinetto, histórico entrenador del fútbol argentino, sintetizaba su postulado táctico en una frase: “El fútbol es orden defensivo y anarquía ofensiva”. Sampaoli se nutre de buena parte de ese concepto y asegura que fomenta un equipo que se mueva a favor del pase y del engaño, que libere espacios para que sean ocupados por sorpresa, que el rival no tenga referencias. Ese es el discurso. En la práctica, Argentina es un grupo de plateístas que observa lo que imagina Messi sin auxiliarlo. Sabe que tiene una Ferrari, pero no se preocupa por equiparla con un neumático de repuesto. No lo baja del póster. Se enamora del chasis, de la marca, del logo y no tiene en cuenta el motor ni lo que lo pone en marcha o lo potencia. En nombres propios, movimientos y funcionamiento: Messi sigue sin tener las suficientes opciones de pase por delante de la línea de la pelota. Tampoco tiene llegadores cuando se retrasa y se viste de lanzador. Necesita coequipers, no meros compañeros d escudería. Argentina es una foto estática que ni siquiera tiene filtros. Cambian las caras, los nombres, pero el resultado es el mismo. 

2.    Empatía: Sampaoli es fiel al triángulo “vínculos-empatía-compatibilidad”. Son los éxitos y los bises de su conferencia de prensa. Desde el diagnóstico, impecable: trabajar para ayudar a Messi, probar hasta encontrar. El tema es que la empatía es algo espontáneo. No necesita decodificación. Sí, se puede fortalecer un lazo futbolístico con trabajo, hallar o imaginar variantes, sumar matices, pero no se puede forzar lo que no es natural. Paulinho llegó a Barcelona e interpretó a Messi en cinco minutos. Luis Suárez también, pero no es algo reservado a los cracks, ni siquiera a un volante o delantero (ver Jordi Alba o Dani Alves). Hay características que calzan sin esfuerzo. Durante las prácticas, el cuerpo técnico destacaba esa sintonía entre Messi, Lo Celso y Lanzini. Luego de apenas un entrenamiento y un amistoso, el propio Leo retrataba mediáticamente la sociedad a futuro con Pavón. Manu se cayó por lesión. Ni Lo Celso ni Pavón fueron titulares. El jugador de Boca apenas tuvo minutos. El ex Rosario Central, nada. No solo eso: Meza era destacado por Sampaoli por el fútbol, la profundidad y la relación con el gol que podía darle desde el eje central, pero jugó contra Islandia, un equipo que se defiende en 20 metros, pegado a la raya. Y, en muchos contextos, la raya es un rival extra. La raya ordena a algunos jugadores y limita a otros. Argentina es un equipo forzado, lejano a la naturaleza.

3.    Que el equipo tenga gol.  Sampaoli remarcó en muchas de sus conferencias de prensa la necesidad de que Messi no sea casi que el dueño exclusivo de la cuota goleadora del equipo y que era indispensable el aporte de otros jugadores, esencialmente los que juegan por detrás de Leo. Lo cierto es que Argentina no crea los escenarios para que eso suceda. Sus volantes externos no pisan el área rival con frecuencia en situaciones de gol. Cuando aparecen, lo hacen en notable inferioridad numérica o incómodos. No se cierran cuando la jugada se construye del otro lado. Es un equipo que en ataque se asemeja al cajón de un placard, rígido, estructurado, monótono. No ofrece alternativas en pelota parada. El pizarrón brilla por su ausencia. Es un SOS a la puntería de Messi. Arma un doble eje central con ínfima relación con el gol, no solo porque ni Biglia ni Mascherano pisan el área rival, sino porque ninguno de ellos es una carta fuerte para la media distancia. El defensor con más gol del plantel, por capacidad aérea e intuición es Gabriel Mercado. Puede ganar de cabeza y es optimista en rebotes; tiene una suerte de sexto sentido ante la desprolijidad en el área contraria. Sampaoli prescindió del ex jugador de River sustentando su decisión en el espíritu ofensivo de Salvio. Bienvenidos a la realidad: un delantero-volante convertido a lateral no garantiza ser más ofensivo que un lateral natural, potencia el margen de error en la cobertura de espacios y marca mano a mano y extirpa una herramienta importante en la pelota parada a favor ante un equipo experto en defenderse. D’Alessandro jugando de marcador de punta no iba a hacer más goles ni a ser más determinante en ataque que Sorin, e iba a defender bastante peor. Lo que nos lleva al siguiente punto: la lógica y los antecedentes.

4.    Lógica y antecedentes. Sampaoli dijo cuando dirigía a Chile, y remarca como DT de Argentina, que sus equipos deben ser lógicos y no caer en inventos raros. Es el mismo Sampaoli que en el proceso paseó a Acuña (volante-carrilero por derecha, por izquierda, lateral), que imaginó línea de tres y se casa con la línea de cuatro, que paseó a Mascherano por 4 funciones diferentes, que desea un tipo de comando en el eje central y apuesta por otro, que ensaya con Fazio y opta por Rojo por perfil pese a su inactividad, pero desprecia por el mismo argumento a Funes Mori, que opta por Salvio de lateral y el listado puede continuar. Sampaoli ha ensayado las mil y un variantes pese al cambalache al que fue sometido el seleccionado por decisiones ajenas a él. Pero, en esa colección de prácticas, amistosos y partidos oficiales, jamás apostó por la única receta exitosa y comprobada que abriga esta selección por resultados y funcionamiento: Messi + Agüero + Higuaín. Messi + dos opciones de pase permanentes por delante de su posición. Lo único que tiene el sello IRAM de empatía. Messi, Agüero, Higuaín (con Di María) jamás perdieron un partido que hayan jugado desde el arranque con la camiseta de la selección. Jamás perdieron un partido en el cual hayan convivido durante un tramo y en el cual alguno de ellos haya ingresado con el juego empatado. Son más de 20 partidos que incluyen victorias, algunas holgadas, ante Uruguay, Colombia, Chile, Paraguay, Alemania, Suecia, etc. Pero, vale reconocer, no es solo algo que llamativamente ignora el actual DT. El último antecedente de los tres de arranque fue contra Nigeria en 2014 y fue el partido de ese Mundial en el cual Argentina convirtió más goles: 3. Luego, las lesiones erosionaron el modelo que le había dado altísima rentabilidad a Sabella en Eliminatorias y aspiraba a rescatarlo en Brasil. Desde entonces, Argentina cayó en el vicio de uno u otro cuando ni de casualidad se presentan argumentos a favor de la causa como en tiempos de Bielsa con Batistuta y Crespo. No, acá hay pruebas que desmerecieron Martino, Bauza y Sampaoli replicadas por buena parte del periodismo que circunscribe el fútbol a una sola forma, a un solo gusto y fija todo como una estructura de metegol. Sampaoli se abraza a la lógica, pero por ahora le clava un puñal en la espalda y perfora los antecedentes. El tiempo pasa, Messi es cada vez más lanzador y tiene cada vez menos opciones de pase sustentables por delante.

5.    El detalle por sobre la esencia. Caballero fue titular por su juego con los pies. Es arquero. Es un muy buen arquero. Ahora bien, que el principal argumento del veredicto sea su manejo de la pelota es como elegir a un mecánico por como perfuma el auto antes de entregártelo en lugar de ser un especialista en alineación y balanceo. Salvio fue lateral porque necesitaba profundidad en ataque, pero Salvio partió desde campo propio y el rival era capaz de leer el Martín Fierro entero antes de que entrara en su radar, cosa que, además, ya sabía. Un argumento fue que Meza se cerraría. Meza se cerró muy poco ¿Por qué? Porque para cerrarse necesitaba que uno de los volantes centrales rompa líneas y eso lo puede hacer Lo Celso, Enzo Pérez o Banega (o el propio Meza), no Biglia. Islandia te ahoga por reducción de espacios, pero Argentina se puso la soga al cuello. El fundamento para la composición de ese doble volante central fue “proteger”, como remarcó en la conferencia previa al partido. Protegerse ante un rival que juega directo y vuelve obsoleto a ese doble cinco. Proteger ante un rival que cuando acelera lo hace por los costados y desprecia el eje medio. Proteger cuando Islandia se especializa en reducir espacios y se precisa de sorpresa y juego sin pelota. A Argentina le faltó todo eso por privilegiar el detalle a la esencia. Y Sampaoli reconoció el déficit luego del partido. Estudiar, respetar y valorar al rival está perfecto. Sobrevalorarlo es tan dañino como subestimarlo. Ver todo blanco o todo negro son distintas formas de estar ciego. Y si encima, cuando se impone un matiz como intentar con extremos a perfil invertido para engañar con el amago y abrirle al remate, los minutos son mínimos o se sustituyen los intérpretes en lugar de combinarlos, todo se vuelve extremadamente previsible.
 Argentina necesita equilibrio y no ignorar lo que ya le dio resultado. Sampaoli es un muy buen entrenador que hoy parece estar enamorado de la batallita naval cuando el camino a la gloria suele ser por la ruta de la lógica. Si a Messi lo rodean 4 o 5, eso quiere decir que al menos tenés un par de jugadores libres. Si no los ves, es simple: estás jugando mal.