A 30 años de la victoria ante Brasil, Diego reivindica aquella selección: "Fue diez mil veces más guapa que la del 86"
Se cumplen tres décadas del inolvidable gol de Cani a la verdeamarelha en Turín y el 'Diez' recordó aquel hecho: "Ganarle a Brasil fue lo más hermoso, pero no traer la Copa fue lo más feo", recordó.
(De la Redacción de DOBLE AMARILLA) Diego Maradona ya dejó atrás la patada de Alemao y empezó a juntar camisetas amarillas alrededor de su zurda mágica. Una, dos, tres. De pronto, salió el estiletazo que pasa entre las piernas de uno de ellos y Claudio Paul Caniggia tiene una cita con la eternidad. Recibe la pelota, esquiva a Taffarel y saca el derechazo que inflará la red de Delle Alpi, el estadio de Turín donde Diego era mala palabra por sus hazañas teñidas de celeste Sur. Es un momento inolvidable, por más Edgardo Codesal que se haya cruzado en el camino. Aquel gol está grabado con tinta indeleble en el futbolero argentino.
Diego Maradona, a 30 años, recuerda aquella gesta. Reivindica aquella selección y define, a su estilo: "Fue un equipo de hombres, con muchos huevos, que mereció ganar la Copa".
En charla con "Clarín", Diego pone en valor aquel equipo que quedó a muy poco de duplicar la gloria que se obtuvo cuatro años antes, en México: "Esa Selección era diez mil veces más guapa que la del 86; fue un equipo de hombres", dice el Diez.
También, el hoy DT de Gimnasia elige el 1-0 ante Brasil como el mejor momento de aquel Mundial: "El triunfo con Brasil. El otro día miraba el partido otra vez y sigo pensando que alguna va a entrar… Goyco parecía un flipper, iba de un palo al otro. No sé cómo hicimos, pero cuando nos dimos cuenta estábamos corriendo por la pista festejando, todos afónicos. Ganarle a Brasil en un Mundial y eliminarlos es hermoso…Y lo más feo fue no traer la Copa. Era la segunda… Hoy los pibes entienden lo difícil que es ganar un Mundial y nosotros estuvimos a nada de ganar dos seguidos", razona el "Diez".
Sobre aquella polémica final, Diego también se sincera: "Si jugamos hoy otra vez ese partido, Alemania nos hace cinco goles. Nosotros teníamos a Ruggeri con pubalgia, no estaba Cani, yo tenía el tobillo (izquierdo) hecho pelota y los aductores a punto de romperse. Nosotros llegamos ahí por los huevos que le pusimos, pero Alemania era tremenda. Tenía una selección impresionante. El otro día volví a ver el partido y no podía creer lo que hicimos; estábamos en desventaja y le jugamos de igual a igual", recuerda.
"¡Pero vos viste eso! Levantaba la manito (hace un gestito “amanerado”…) Nosotros nos desgañitamos gritando y él con la manito así. “¡Pero gritalo la puta que te parió!”, le dije en el vestuario. El Cabezón lo quería matar, pero Cani es así. Después mete la mano contra Italia y se queda afuera de la final. ¡Ahí sí el que lo quería matar era yo! “¿Pero sos boludo, Cani?”, le dije. Porque encima metió la mano al pedo, no servía para nada. Tampoco le podíamos romper tanto las pelotas porque en ese Mundial la rompió toda. Volaba Caniggia…", remarcó sobre su histórico compañero ¿y futuro ayudante de campo?
Sobre aquel mítico Mundial, Diego recuerda: "Bilardo fue el primero que sabía que íbamos a clasificar. Cuando terminó el partido con Camerún estábamos todos hechos pelota y yo siento una mano que me agarra la cara de atrás. Se me acerca al oído y me dice: “Tranquilo, Diego. No pasa nada. Estamos clasificados”. Era Bilardo. El estaba convencido. Lo que pasó con Camerún fue una cosa de locos. La FIFA, en ese partido, inaugura el Fair Play y para “celebrarlo” dejó que los cameruneses nos mataran a patadas. No recuerdo un partido en el que me pegaran tanto y ¡no rajaban a nadie! Uno me pegó en el hombro. Si no corro la cara me saca un pedazo. ¡Y el árbitro (el francés Michel Vautrot) solo le sacó amarilla! Así era imposible ganar. Cani corría y atrás lo seguían como a una liebre. Y cuando lo alcanzaban, lo volteaban. Ellos (Camerún) querían ver carne no la pelota; veían carne y se tiraban encima…", definió.
"Estaba hecho pelota. Tenía el tobillo a la miseria. Parecía que me lo agarraban con una tenaza y me lo retorcían. No daba más. Después de cada partido (el tobillo) era una pelota número 10, no 5. Me pinchaban, me hacían de todo y hasta me pedían que parara. ¡Ni loco! Pocas veces sentí tanto dolor en mi vida…", rememoró Diego sobre su forma física en aquel campeonato del Mundo.
Otro hecho imborrable fueron los silbidos del público italiano al himno argentino en la final del Mundial: "Fue un tiro directo al corazón. Un dolor inmenso. Me daban ganas de agarrarme a trompadas con cada uno de los tanos que estaban silbando. Porque eso no se hace. Pero así les fue, se quedaron sin nada. Los dejamos afuera y en su casa: “siamo fuori della copa” (se ríe casi por única vez)…".
Diego también aprovechó y tiró un palito sin destino claro: "Si supieran como jugué ese Mundial… Había momentos en los que no me aguantaba el dolor, pero no me iba a perder ni un minuto. Por eso hoy, cuando veo a algunos que ante el primer dolor se bajan de la Selección me pongo loco. No hay nada más lindo que jugar con la camiseta argentina y ni te digo en un Mundial".
También recordó aquella mano que metió contra la URSS, la que terminó significando la clasificación, a final de cuentas: "Uffff… Marchábamos si no la sacaba. Aparte me acuerdo que era imposible que (el árbitro sueco Erik Fredriksson) no la vea. ¡Estaba al lado! Pero no sé que le pasó, lo obnubilé o la Tota (su mamá Dalma Salvadora Franco, fallecida en noviembre de 2011) se metió en la cancha para ayudarme. Ella siempre me ayudaba y me sigue ayudando", dice Diego.
Por último, Diego le tiró buena onda a Bilardo, con quién se peleó feo después del Mundial de Sudáfrica 2010: "Lo quisiera ver. Carlos fue muy importante. De fútbol no sabe nada (dice y se ríe por segunda vez en la charla), pero te tiene tan encima, está en cada detalle, que te come la cabeza. Y ojo. De loco no tenía nada eh… Sabía lo que quería. Me dijeron que estaba mal, que después se recuperó un poco, pero que venía jodido. Fue una piña en la boca. Ojalá se mejore. Carlos fue muy importante y te llegaba bien adentro. El otro día alguien dijo que solo daba las arengas, que no armaba el equipo. ¿Y? ¿Te parece poco? Llegarle al jugador puede cambiar un partido y eso no lo tiene cualquiera. Hay técnicos que no le llegan nunca y por más que sepan mucho no van a ganar nada porque el jugador no les cree. Bilardo te llegaba hasta lo más profundo. Ojalá pueda hablar con él en estos días, si se puede…", deseó.
"Yo quería ganar la Copa, pero estoy orgulloso de haber sido el capitán de ese equipo. Jugamos contra todo y contra todos. Italia, salvo mi Nápoles querido, nos odiaba. Estaban todos con Alemania, pero les arruinamos la fiesta a los “tanos” con un equipo de hombres. Eso es lo más importante: era un equipo con huevos que merecía ganar esa Copa", concluyó.