Diego Maradona y su papel en los mundiales mientras estuvo en actividad
A dos años del fallecimiento de una de las personas más famosas de la historia, recordamos su labor entre los mundiales 1982 y 1994, mientras fue jugador profesional. La conquista del 86, el lamento del 90 y la frustración por haber quedado fuera de la nómina del 78.
El 25 de noviembre de 2020 quedará en los registros como uno de los días más tristes en la historia del pueblo argentino y cada vez que el calendario marque esa fecha, será un momento para recordar al héroe deportivo -y más también- más grande que dio la Argentina: Diego Armando Maradona.
Por eso, a dos años de su fallecimiento y con motivo de disputarse el mundial de Qatar, el primero sin su presencia en cancha desde que se hizo jugador, DT y luego símbolo albiceleste en cada lugar de la Tierra, recordamos sus participaciones en las Copas del Mundo, que no empiezan con su debut en 1982, sino más de una década atrás.
"Mi primer sueño es jugar un mundial…"
Año 1970, el sol en Fiorito rajaba la abundante tierra que tenían los potreros donde un purrete de 10 años de edad era la figura en cada uno de los partiditos y ya declaraba qué lo desvelaba todos los días de su vida…
Con 17 años, Diego ya era sensación en Argentinos y en el fútbol argentino, tras debutar en 1976. La Copa del Mundo en nuestro país era la situación ideal para poder mostrarle al mundo de qué estaba hecho, pero llegó el viernes 19 de mayo de ese 1978, y César Luis Menotti, DT de la selección que sería campeona por primera vez en su historia poco más de un mes después, lo dejaba afuera al igual que a Bravo y Bottaniz.
Recordaba Diego en su autobiografía que solo Luque y Gallego se acercaron a consolarlo: “vos vas a tener muchos mundiales”, y no le erraron. A Diego lo esperaban 87 de sus 91 partidos, más cuatro Mundiales: España 82, México 86, Italia 90 y Estados Unidos 94.
Superada la amargura que significó el Mundial 1978 en lo individual para Diego, se acercaba 1982, con la base de los campeones y otros futbolistas que empezaban a tener sus primeros momentos con la Mayor Albiceleste. En España, el país anfitrión, las miradas estaban puestas en Diego, no solo por ser la realidad del fútbol argentino y la esperanza del pueblo, sino porque llegaba como la nueva gran figura del Barcelona, que recientemente se lo había comprado a Boca.
Pero el debut no fue el mejor, ya que cayó 1 a 0 frente a Bélgica y ya se presagiaba que para ver al gran Diego había que esperar…
El triangular de la segunda fase reunió a Brasil, Italia y Argentina. Tres gigantes que pelearían por clasificar uno solo a la próxima instancia. Y apareció el primer gran escollo para el 10: Claudio Gentile lo marcó hombre a hombre de la forma más descriptiva y literal que el concepto permite: no lo dejó respirar y si se daba vuelta el argentino, le pegaba en los gemelos, o donde pudiera. Y eso le bastó a Italia para ganar 2-1, quien sería a la postre campeón del mundo.
Y después llegaría Brasil, con Argentina obligada, fue un partidazo de Sócrates, Falcão, Junior, Toninho Cerezo, Eder, el genio de Zico, dirigidos por Telé Santana y el 3-1 fue lapidario no solo para el equipo, sino para Diego, que abrumado y sobrepasado por las circunstancias, y aún con la bronca de un penal no cobrado por una falta a él, pegó un patadón y fue expulsado, en la cúspide de la impotencia.
Si en 1982 fue el mundial de la bronca y desazón por lo que pudo ser, la muestra futbolística y de personalidad hecha en México 1986 excede a las palabras: fue la mayor expresión deportiva de la historia: elegido el mejor jugador del torneo, pero probablemente haya sido la mejor actuación individual en la historia de un campeonato semejante.
Porque Diego se preparó como nunca hasta ese momento por defender los colores de Argentina, y junto a sus compañeros y acompañado de Carlos Bilardo ("el único titular y capitán es Diego", dijo en aquel tiempo el DT) y el jugador se lo retribuyó para la historia: gol(azo) ante la Italia campeona para el 1-1 final, y con el equipo siendo primero de su grupo, en octavos despachó a Uruguay con un gran partido de Diego pero sin gol, porque se había guardado para Inglaterra, en cuartos, con el recuerdo de Malvinas aún latente: la mayor demostración individual en un partido de fútbol: doblete, con el potrero en la mente y la mano de Dios, y el mejor gol en la historia del fútbol, borrando a cuanto inglés se cruzara y dejando tirado en el suelo otra vez al arquero Shilton.
Ya en semifinales, como firme candidato al título, eliminó a Bélgica con dos goles igual de extraordinarios que en los cuartos, pero opacados por lo hecho ante los ingleses
La final lo tuvo activo, con participación en el juego, pero sin su jugada excluyente, hasta que la logró: del 2-0 a favor al 2-2 de la incertidumbre, pero a cuatro minutos del final giró sobre su eje, se puso de frente a la cancha y dejó a Burruchaga mano a mano, que no perdonó y así, Argentina lograba su segundo título del mundo y Diego llegaba a la cúspide del fútbol mundial.
Con ese lugar asignado y más que acentuado, aparecía Italia 1990, donde la Albiceleste llegó a los tumbos y el torneo no sería distinto, y más aún con un Diego que era genio, mito y Dios en Nápoles, Italia.
Con una “segunda” mano de Dios ante la URSS le dio vida al equipo y le permitió clasificarse como mejor tercero pero en octavos se vendría la temible Brasil.
Con mucho en contra, pero los palos y la suerte a favor, el genio frotó la lámpara (teniendo el tobillo como una pelota de tenis), juntó a tres cariocas, dejó solo a Caniggia y 1-0. Delirio. Emoción. Y pase a cuartos. Impensado, pero con Diego en cancha todo era posible.
En los cuartos de final, Yugoslavia era el rival y en los penales se definió el pase a semis: Diego, falló como nunca y festejó como pocas veces gracias a la figura de la serie, Sergio Goycochea. Las semifinales eran una realidad.
Y llegó Italia. Justamente n Nápoles. Y Diego picanteó por su actualidad y dijo que “los napolitanos van a hinchar por Argentina y no por la Italia que siempre los bastardeó”. Caniggia le convertía el primer gol a la local en todo el mundial y tras un desgaste tremendo, otra vez se definía todo por penales. En esta ocasión, Diego convertía y otra vez Goyco figura. Y a la final. La segunda consecutiva.
El duelo decisivo se definiría con muchas polémicas que perduran hoy en día y las lágrimas de Diego por la derrota recorrieron el mundo. No pudo ser, pero había un capítulo más buscando la revancha.
Luego de 4 años tormentosos afuera de las canchas por suspensiones, detenciones y hasta un retiro del seleccionado, se preparó como nunca para lo que sería Estados Unidos 1994: “A dónde me trajeron?”, dijo al llegar a La Pampa, con Fernando Signorini, su PF, y su familia.
Diego volaba. Y esa selección también. El 4-0 a Grecia marcaba que los dirigidos por Alfio Basile eran el gran favorito al título, y Diego festejó mirando a cámara, como indicando: “volví, acá estoy yo”. Pero no lo dejaron ser. Después de darle vuelta el partido a Nigeria y clasificar a octavos, se lo llevaron al control antidóping a la vista del planeta entero y llegaría la icónica y devastadora frase: “me cortaron las piernas”
La entrevista histórica de Adrián Paenza a Diego, tras conocerse el doping:
Y el final con la Albiceleste llegaba tras esa frase demoledora para el inconsciente colectivo argentino y aunque atinó con intentar pensar en Francia 1998, su retiro en septiembre de 1997 sepultó toda expectativa: eso sí, a la vista de la Torre Eiffel, como siempre, Diego estaría alentando a la Argentina de Daniel Passarella, pero esta vez como comentarista de una cadena de TV.