La historia de Claudio Tamburrini, el arquero de Almagro que hace 44 años escapó de un centro clandestino y se exilió en Suecia
El 24 de marzo de 1978, el ex jugador de Almagro logró escaparse del calabozo donde era torturado, agredido y maniatado. Con un clavo, un cable de plancha y una soga de sábanas alcanzó la libertad junto a tres compañeros. Desde Suecia –donde pidió asilo político luego de exiliarse- y con 67 años, el filósofo especializado en ética y deportes aseguró que “volvería a vivir” esa experiencia.
Un 24 de marzo de 1978, a dos años del Golpe de Estado de la última dictadura cívico-militar, cuatro jóvenes secuestrados en la Mansión Seré iban a lograr escapar de ese calabozo en pleno barrio de Castelar tras cuatro meses de detención.
Utilizaron un clavo, un cable de plancha y una soga de sábanas para alcanzar la tan preciada libertad. Claudio Tamburrini, Daniel Russomano, Guillermo Fernández y Carlos García salieron con las manos atadas, desnudos y sin levantar sospecha.
Uno de los protagonistas de esta historia, que inspiró una de las míticas películas argentinas –Crónica de una fuga-, era en ese entonces arquero de Almagro y jugaba en Primera División. En ese entonces, Tamburrini tenía 23 años, y también era estudiante de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Desde Suecia –donde pidió asilo político luego de exiliarse- y con 67 años, el filósofo especializado en ética y deportes, Claudio Tamburrini, aseguró que “volvería a vivir” esa experiencia.
"Es una parte determinante de mi vida. Esto es una cosa mala que me pasó, pero que fue la causa que me llevó a vivir mi vida. Si yo no hubiera sido secuestrado probablemente no hubiera salido del país, no hubiera conocida a mi esposa, no tendría a mis hijos, no hubiera tenido la formación profesional que tengo. En ese momento mi vida tomó un curso que nunca hubiera tomado", reconoció en diálogo con Infobae.
Y agregó: "No tengo secuelas físicas, y las emocionales, en todo caso, son positivas por las vivencias que he desarrollado a partir de esa experiencia. Es diferente ser sometido a un secuestro o a torturas y escaparse por la propia vía a ser liberado por el torturador. Además, fue edificante que, al fugarnos, indirectamente salvamos la vida de todos los que quedaron en la cárcel. A la semana, la Fuerza Aérea incendió la casa para borrar toda huella de ese centro clandestino de detención. A los que estaban secuestrados los fueron transfiriendo a penales o a comisarías, es decir, blanquearon su situación".