El fin para el verso del "amor por los colores"
Crecen los casos de referentes que cambian de camiseta priorizando el dinero. Una decisión incuestionable, pero que choca con el discurso "del amor por la camiseta". En el medio, hinchas que los acusan de "traidores" y jugadores que, para evitar las esquirlas de una decisión impopular le apuntan a los dirigentes y simulan peleas.
“Vengo por la camiseta”, es la frase más escuchada entre los estridentes retornos de referentes a clubes argentinos tras sus periplos por el mundo. Pero esa figura romántica queda cada vez más en eso, en una simple figura. Hoy, más que nunca, los jugadores se mueven solamente por el dinero. ¿Cuestionable?, para nada. Pero absolutamente contradictorio con el verso del “amor por los colores” que poco a poco llega a su fin.
“Traidores”, “faltos de palabra”, son algunos de los epítetos que inundan las redes sociales cada vez que un referente se va de su club en el momento menos esperado o regresa al país, pero no al club en el cual brilló.
Casos como el de Mauro Zárate, Julio Buffarini, Gustavo Alfaro, José Sand, el periplo de Tévez en China y ahora Darío Cvitanich se convirtieron en muestra de esta tendencia. Jugadores y técnicos que priorizan su economía personal por sobre proyectos de clubes que los contrataron. En un fútbol en el que cada vez se nota más la diferencia entre los grandes y los chicos, estas “traiciones” están y estarán a la orden del día. La devaluación, aceleró esta tendencia. Hoy Boca está cera de cerrar un mercado histórico en cuanto a los ingresos. Podría vender por encima de 70 millones euros. Esto hace que tenga caja para pagar contratos suculentos, casi a nivel internacional. Situaciones similares ocurren con River, Racing e Independiente. Antes estos monstruos es imposible competir.
¿Está mal que el jugador sólo priorice su bolsillo? De ninguna manera. Lo curioso es que los sigue afectando esa mirada del hincha que sigue sin entender esas decisiones desamoradas y frías. Ante esto es cada vez más frecuente que los jugadores embarren sus decisiones impopulares con supuestas peleas con los dirigentes, que terminan siendo los chivos expiatorios de las ruidosas salidas. Total, el dirigente suele ser un blanco sencillo para el hincha.
El fin del verso del amor por los colores seguramente no empezó ahora, hasta es probable que nunca haya existido como regla general o si. Lo concreto es que quizás en medio de este divorcio sentimental el hincha tiene que entender que los jugadores de hoy sólo dan espacio a ese romance cuando es bien pago.